Tuesday, September 05, 2006

La Nación Martes 5 de setiembre de 2006 Noticias | Opinión | Nota

Sociedad, empresa y Estado

Por José Luis Roces

Para LA NACION

Todo empresario busca con su empresa obtener una ganancia sobre el capital invertido. Personalmente, creo que eso no sólo es legítimo sino que es también un motor de la economía de carácter insustituible. De hecho, ése es el "primer compromiso de responsabilidad social". Pero la discusión no es, hoy, si es necesaria la ganancia. Por fortuna, ése es un debate ya superado.

Ahora, las controversias son de dos tipos: una, de naturaleza pública, y otra, privada. La pública es cuánta es la ganancia admitida o la tasa fiscal de una economía y, en cuyo caso, cuál es el destino final de los fondos de esa fiscalización.

Y esta controversia es aún más profunda en los países donde sus gobiernos no han dado muestra satisfactoria del uso de los fondos públicos en la solución de los temas clave de la sociedad: la educación, la salud, la justicia y la seguridad.

Muchas de las acciones que hoy observamos en la larga nómina de ejemplos de responsabilidad social empresarial (RSE) son actividades que las empresas asumen para corregir las falencias del sector público. De hecho, en las empresas donde actué como directivo, esas actividades estaban concentradas en programas educativos y sanitarios para las comunidades y muchos de los debates internos se centraban en por qué mantenerlos si el Estado debería hacerlo con los impuestos recaudados.

Este marco de relación de responsabilidades es vital. Es preciso cuestionarse qué debe hacer el Estado y qué pueden hacer las empresas, complementariamente. Entenderlo y resolverlo, para un país como el nuestro, es una precondición ineludible para un movimiento de RSE efectivo.

Según mi experiencia, se requiere un Estado "fuerte", representado en el efectivo ejercicio de sus poderes de control y del manejo responsable de la función pública, que provea del marco educativo, sanitario, jurídico y de seguridad, para que ello sirva para distinguir con legitimidad las grietas de responsabilidad empresarial. Siguiendo esta concepción del problema, el Estado pierde legitimidad cuando pretende imponer condiciones a los agentes de una sociedad, mientras no cumple con su misión específica.

No obstante, el camino de la RSE es una trayectoria posible y una respuesta equilibradora. Sólo que no creo en su efectividad asociada a la creación de modelos de cumplimiento obligatorio; creo, en cambio, en la promoción de incentivos a las tareas filantrópicas y a la promoción social de los empresarios "coherentes y genuinamente responsables".

Es imprescindible, para ello, el Estado fuerte que reclamamos. Un Estado creíble en sus funcionarios y sus acciones de control y fiscalización.

Desde la perspectiva empresaria, la RSE se consolida cuando, dentro de las empresas, las acciones de solidaridad y de respeto a las leyes son la forma cotidiana de comportarse. No creo en los "dobles standards". Estoy convencido de que el valor del accionista, como forma de perdurabilidad de una empresa, surge de otorgar valor a los empleados, los proveedores, los clientes y a la comunidad de referencia. Lamentablemente, vemos muchas iniciativas que, a veces, nos hacen dudar si la RSE es una herramienta de marketing o de imagen corporativa, cuando en realidad sólo debería reflejar, para ser creíble, el nivel de conciencia del liderazgo de la empresa.

Por esta razón, considero que una forma de expresar esa RSE, más lenta pero más duradera, es comprometerse en el desarrollo de una nueva dirigencia que sea educada y que crea en estos valores.

Esa es la misión que desde la universidad debe asumirse como compromiso, formar una nueva generación que sea "socialmente responsable", para construir un futuro más prometedor para la Argentina y el mundo.

El autor es vicerrector del Instituto Tecnológico de Buenos Aires.

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