Thursday, November 10, 2005

Tomado del Dr. José Luis del Barco

La Persona Humana


Ahora lo urgente es el hombre.

Saber qué puedo saber, distinguir qué debo hacer, saber qué puedo esperar, es en vano sin saber qué es el hombre.

El pensamiento débil, ha hecho que se tambalee la pregunta sobre el hombre. Entonces hay que rescatarlo de la red impersonal, de entre las cosas, y exhibir abiertamente su condición personal. Por lo tanto la antropología tienen centralidad, es inaplazable (lo urgente es el hombre); pero, lo inaplazable no apremia.
La pregunta por el hombre debería cuestionar al mismo que la hace, pero, en cambio, se lo trata como un objeto más del universo.
Entender correctamente qué es el hombre va a dar fundamentos a la ética, la bioética y los derechos humanos.

“El hombre (sin su carácter de persona) es como un chimpancé especialmente dotado, con extrañas cualidades locuaces e intelectuales y un cuerpo barbilimpio, sin otro fin que legar su patrimonio genético como un acto de inmolación.”
Si fuera así, entonces el hombre no tendría dignidad alguna. Pero el hombre es digno, lo es durante toda su vida, y aún más: “La propia muerte debería ser tan sagrada como la propia vida.”

Por lo tanto, toda la información que nos puedan dar las demás ciencias están bien, son más qué bienvenidas, pero sucede que, a veces, en nombre de la pureza de sus métodos de estudio, desnudan al hombre, lo despojan de lo más propio, de lo más importante. Es por ello que, para penetrar el corazón del hombre, lo mejor es saber qué es la persona.

¿Qué es la persona?

· es cada hombre, el ser de cada uno: en donde acentuamos el en lo que tiene de original y único.
· es el ser irrepetible que se dirige a la perfección: además de único, es irrepetible, nuestra cosmovisión plantea un tiempo lineal, no cíclico. Lo que realice o deje de realizar cada hombre quedará así para siempre, sin posibilidad de vuelta atrás. En cuanto a su fin, toda vida tiende a su autoperfección, en especial la de la persona, que lo hace de modo libre y, como acabamos de ver inimitable.
· lo irreductible de cada hombre: su carácter de único hace que no sea posible reducir a la persona a una instancia superior que la abarque totalmente a ella y a todas las demás personas. No existe un género que abarque a la persona incluyendo toda su comprensión.
· la única novedad que acontece en la historia: su condición de irrepetible, de único, de original hace que realmente sea lo único novedoso, todo lo demás cumple con metas preestablecidas, fines ya . En cambio, la persona es realmente original, sorprendente... “Visto un león, están vistos todos; pero visto un hombre, sólo está visto uno, y además mal conocido” (Gracián)
· es un ser capaz de tener.

Aquí nos vamos a detener un poquito. En primer lugar, tenemos que observar que aparecen dos conceptos y . Empecemos con :

Podemos decir que expresa o significa la relación de alguien con algo (algo que le pertenece); por lo general una cosa exterior, aunque también podemos hablar de una relación con algo inmaterial (e.g. “tengo una gran alegría” nos habla de tener sentimientos –aunque a veces parece que los sentimientos nos poseen a nosotros-).
Una característica de este tener es que no se satura nunca, siempre podemos tener más. Es parte de nuestra condición de hombres, potencialmente nuestras capacidades son infinitas (el alma es –capaz de-, de algún modo, todas las cosas).
También se puede poseer de un modo esencial e íntimo, que no puede ser quitado por nadie ni por nada (pensamientos, cualidades, virtudes, etc.).
Finalmente, de modo intencional, podemos poseer el mundo entero...

Pero nada de ello es la persona. Todo lo que tiene el hombre no es la persona.
La persona no es su cuerpo, ni su habla, ni su razón; tiene todas esas cosas, es propietaria, pero no es nada de ello. Es cierto que la persona se transparenta en sus pertenencias, se expresa a través de lo que tiene, pero, insistimos, no es ninguna de sus propiedades.
No soy ni mi conciencia, ni mi libertad; tengo conciencia y libertad.

Todo este disponer humano se da en un ámbito: la esencia. Pero la persona humana no se agota en esa esencia. soy y soy no coinciden.
me indica la esencia, aquello que es común, lo que compartimos con todos los seres humanos, aquello por lo cual somos todos iguales.
me indica la persona, aquello que es único, que nos diferencia de los demás, que nos individúa en última instancia. Aquello para lo cual no hay una palabra exacta, solo un nombre, nuestro nombre, o el señalar (a la pregunta la respuesta <él> con un dedo acusador) es capaz de singularizar. Podemos ver aquí lo valioso, sagrado incluso, que tiene el propio nombre (recordemos en la película “Las Brujas de Salem” aquel personaje que da su vida por no querer manchar su nombre).
La persona humana, decíamos, no es lo mismo que la esencia, no se agota en ella. La persona humana es esa esencia en tanto realizada de modo único e irrepetible.

Como se puede ver, hemos dedicado mucho a esta última característica, y no por casualidad. Con el paso del tiempo, se ha producido una división, una dicotomía entre hombre y persona:

No todos los hombres son personas, es decir, existen hombres que no merecerían el título de personas y, por lo tanto, no gozarían de su misma dignidad.
Parecería que, para ser personas, es preciso algo más, un plus que podría darse o no en los seres humanos:
Sería preciso ser autoconscientes y tener racionalidad madura (Engelhardt, Singer). Con esto se daría una ruptura del género humano. Algunos serían solo hombres, individuos de una especie biológica con el mismo valor que las demás especies; otros serían personas, con autoconsciencia y racionalidad madura, destinatarios de derechos, en definitiva: más dignos que los demás. En principio esto suele sostenerse para justificar todo tipo de ataque a lo que puede denominarse la “vida frágil”: no nacidos, ancianos y enfermos, dando vía libre para el aborto y la eutanasia, ya que, al no ser personas, no gozan de sus derechos.
El problema es que, junto con los no nacidos, enfermos y ancianos, también habría que excluir a los recién nacidos, a los amnésicos, a los desmayados, los esquizofrénicos, los drogadictos, los violentos, etc. No existe nadie que haya sido persona toda su vida. Al dividir a la humanidad en hombres y personas, el hombre se convierte en tribunal del propio hombre, y ya hemos visto sobrados ejemplos de las consecuencias que esto trae.
¿Donde estriba el error? En confundir lo que tiene la persona con lo que es. Decíamos que la persona tiene conciencia, racionalidad, etc., pero que no es su conciencia ni su racionalidad, ni su memoria, ni su color de ojos, de pelo, de piel ...Todo esto manifiesta a la persona, pero no lo es. Por lo tanto, perder alguno de estos atributos (o no tenerlo a pleno todavía) ni implica perder la jerarquía de persona.

Esto se puede aclarar más viendo la definición clásica de persona que formuló Boecio en el S. VI

Persona est rationalis naturae individua substantia.

Sustancia, no un accidente, por lo que insistimos: tiene cualidades, atributos, pero no es ninguno de ellos. Estos, de hecho, pueden variar o desaparecer, sin que la persona deje de existir.
Individual: no el hombre universal, la esencia, sino la sustancia primera, el hombre concreto.
De naturaleza racional: los singulares, que dueños de sus actos y no obran impulsados por otros, tienen un nombre especial: personas, son los que, de manera más especial y perfecta y especial realizan las noción de sustancia.

“Así como la sustancia tiene de propio el que exista por sí, así también tiene de propio el obrar por sí pues nada obra como el ente que está en acto [...] Ahora bien, el obrar por si le corresponde de modo más excelente a las sustancias de naturaleza racional, antes que a otras. En efecto, las solas sustancias racionales tienen dominio de su acto, de modo que en ellas está el obrar y el no obrar; en cambio en las otras sustancias más bien son obradas que obran. Consiguientemente fue conveniente que la sustancia individual de naturaleza racional tenga un nombre especial.” Qq. Dd. De Potentia, q. 9, art. 1, ad. 3.